Con la pandemia, la gratuidad de los productos culturales -libros, películas o conciertos- se ha extendido. Pero esta excepción al respeto de la propiedad intelectual no está exenta de peligro para un sector ya frágil, advirtió el martes un organismo especializado de la ONU.
Esta advertencia, lanzada por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), se produce en un momento en que entra en vigor un nuevo tratado celebrado en 2012 y destinado a proteger los derechos de los trabajadores del sector audiovisual y a mejorar sus ingresos.
Esos nuevos derechos permitirán aumentar los pagos vinculados a la retransmisión, en el momento mismo en que numerosas producciones están paralizadas debido a la pandemia de la COVID-19.
“Es difícil cuantificar las consecuencias en el momento, pero el sector está en apuros” con muchas personas sin recursos, afirmó el director general de la OMPI, Francis Gurry, en una entrevista con la AFP, argumentando, por ejemplo, que cientos de personas suelen estar implicadas en la producción de una sola película.
“El momento (para que entrara en vigor aquel tratado) no podría haber sido mejor escogido para aumentar el monto -y la previsibilidad- de los ingresos de los artistas intérpretes o ejecutantes del sector audiovisual, en momentos en que la pandemia de la COVID-19 perturba la actividad económica” del sector, señaló.
A pesar de la adopción de ese tratado, el jefe de la OMPI no oculta su preocupación frente a la situación actual de la rama económica de la cultura.
Los gobiernos deben preocuparse de la salud de los ciudadanos, reconoció Gurry, pero no olvidarse de apoyar al sector de la cultura, que es “fundamental para la salud mental” de las personas confinadas, afirmó.
Gurry se inquieta también por las numerosas “excepciones” a la propiedad intelectual solicitadas durante la pandemia “sin control de los derechos de autor”.
En efecto, los sistemas de propiedad intelectual previstos por la OMPI cuentan con excepciones y limitaciones en el sector de la cultura y la creación, que facilitan el acceso a los libros, publicaciones y otros contenidos creativos en determinadas circunstancias y condiciones.
Durante la pandemia, museos, óperas o casas editoriales han puesto gratuitamente a disposición algunos de sus productos, argumentando la particularidad de la situación, pero Gurry llama a permanecer prudente.
“Para romper un derecho de autor, hay que demostrar que hay una necesidad especial”, insistió. Esta gratuidad tiene también el efecto de reducir los ingresos del sector, y por rebote de los profesionales de la cultura.
Y en el caso actual, “no veo necesariamente la evidencia de un problema de acceso a los contenidos”, concluyó, destacando por ejemplo que siempre es posible comprar bienes culturales, como libros, en línea.